En un rápido ejercicio de imaginación podríamos trasladarnos hasta la España árabe, pues las modulaciones y melismas que definen al género flamenco pueden provenir de los cantos monocordes islámicos.
Hay también
quien atribuye la creación de esta música a los gitanos, un pueblo
procedente de la India -hasta hace relativamente poco se creía que eran
egipcios- y desperdigado, por su condición de errante, por toda Europa.
En España entraron a principios del siglo XV, buscando climas más
cálidos que los que hasta entonces habían encontrado en el continente.
Tampoco se pueden olvidar los diferentes legados musicales que dejaron
los deudos andaluces en el Sur de España, donde habían tenido vigencia
las melodías salmodiales y el sistema musical judío, los modos jónico y
frigio inspirados en el canto bizantino, los antiguos sistemas musicales
hindúes, los cantos musulmanes y las canciones populares mozárabes, de
donde probablemente proceden las jarchas y las zambras.
Sin
entrar en juicios de valor sobre qué teoría tiene más fuerza -existen
otras pero con menos aceptación-, lo que sí se puede asegurar es que el
flamenco nace del propio pueblo, tiene una evidente raíz folclórica, mas
al pasar por el tamiz de las gargantas de creadores puntuales se ha
convertido en un arte indiscutible.
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